Escuela, trabajo, familia… ocupaciones por aquí y ocupaciones por allá: es un océano de tareas que parece nunca terminar. Y no sólo eso, sino que además vienen acompañados de los ya conocidos dolores de cabeza, estrés, preocupaciones y tristezas. La vida adulta no es cómo lo pensábamos: todo es tan competitivo, estresante y poco disfrutable en la mayoría de los casos. Nada de esto lo veíamos venir; cómo desearíamos volver a ser niños, repetimos seguidamente en nuestras mentes, pero no hay vuelta atrás, ya estamos aquí. Sin embargo, no todo está perdido.
Lo cierto es que es imposible volver físicamente a ser niños, aunque también es cierto que es posible regresar a ella de cierta manera, y no me refiero únicamente a través de los niños que conforman nuestra familia, la de conocidos o aquellos que vemos jugar en los parques, los cuales sin duda son una gran alegría para nuestro corazón; hablo de lo que algún día tuvimos en nuestras manos y logró atravesar los desafíos del tiempo: libros infantiles.
Pensarán “qué bobo, ¿cómo leer libros que son para niños? ¿Eso en qué ayudará?” Bueno, no serán prácticamente como libros de “autoayuda”, pero sí libros que, por medio de sus enternecedoras y divertidas historias, nos ayudarán incluso a comprender de una manera directa, breve y sencilla los problemas que no sólo aquejan a los pequeños, sino a nosotros también. Y es que, seamos honestos: ¿cuántas veces no recordamos un libro que leímos en la niñez y nos asombró con su trama? o, ¿en cuántas ocasiones no hemos observado que un libro infantil hace alusión a un problema que enfrentamos? Porque, recordemos que muchos de los problemas que pasamos son los mismos que tuvimos de niños, pero vistos de distinta manera conforme vamos creciendo, y qué mejores maestros para entender estos, que los pequeños infantes y los libros que los acompañan en sus travesías.
Es por eso que te vengo a recomendar estos tres libros que, a opinión de esta redactora, te marcarán un antes y después, y puedas compartirlos con tus seres queridos, sobre todo si tienes niños en tu familia.
Matilda, por Roald Dahl (1988)
El título no nos es indiferente para la mayoría de los que nos encontramos aquí: gracias al trabajo cinematográfico homónimo que Danny DeVito nos trajo en el año de 1996 y de la cual nos encariñamos tanto hasta el punto de seguirla viendo hoy en día, es que conocemos la obra escrita en la cual se basó. Creada por el conocido escritor infantil Roald Dahl, ilustrada por Quentin Blake y publicada en 1988, “Matilda” es un libro que nos cuenta la historia de su protagonista de mismo nombre: una pequeña con un gusto excepcional por los libros y que, a su vez, desarrolla el poder de mover los objetos mentalmente. Rodeada por una familia que la menosprecia, una directora escolar que la odia (Trunchbull) y una maestra escolar que la adora (la Señorita Honey), Matilda se aventurará en travesuras y experiencias únicas que cambiarán el rumbo de su vida.
Sin duda alguna, leer el libro complementa la indagación a fondo de la historia de Matilda, pero es también que a través de las escenas, de los diálogos y la imaginación, recordamos de nuestra pequeña protagonista algunas enseñanzas que los adultos, a medida que crecemos, olvidamos y dejamos a un lado: todo mundo llegaba a un punto en subestimar el poder, la sabiduría y la creatividad de los niños, pero éstos, a su manera y haciendo complicidad con la ficción en el caso de Matilda, los hacían cambiar de opinión, algo así como “castigarlos” para que cayeran en razón; lo cierto es que, a final de cuentas, nunca permitieron, como su tierna edad se los concedía, que fueran menospreciados por parte de los adultos, ya fuera por su edad o inteligencia. Quizás no podamos “castigar” a aquellos que nos hostiguen o abusen de su poder sobre nosotros, pero sí poner un alto a tal situación y, quién sabe, con algo de imaginación y una salamandra en la mano (guiño, guiño si entendiste la referencia; sino, apúrate a leer el libro).
Por otra parte, siendo uno de los momentos más tristes, pero a la vez más conmovedores de la narración, Matilda le da una gran lección de vida a la señorita Honey: no permitir que el miedo se apodere por siempre de uno mismo. A partir de contarle su triste niñez al lado de su terrible tía, la señorita Honey le confiesa a Matilda como aún sigue controlando parte de su vida a causa del temor a ésta. Por el cariño y la estima hacia ella, Matilda, después de una hazaña usando su misterioso e increíble poder, le demuestra a su maestra que, con un poco de valentía e imaginación, el miedo se puede desprender poco a poco como cuando se sacude el polvo de la ropa. Es por ello que es normal tener miedo, pero también debemos enfrentar tarde o temprano aquello que nos ha atemoriza desde tiempo atrás.
“-Estoy contenta de que haya terminado -dijo Matilda-.
No me gustaría ir por ahí toda la vida haciendo milagros.
-Ya has hecho bastante -dijo la señorita Honey-.
Apenas puedo creerme todo lo que has hecho por mí.”
Es por estas razones que, si amas la película, vas a amar también el libro, porque debemos admitir que esta pequeña heroína llena nuestro corazón de una profunda alegría y valentía.
En la piel del corazón, por Tina de Luis Santiago (2001)
La empatía y la reciprocidad son acciones de los que constantemente se hablan, pero que muy pocas veces se aplican. Nuestros abuelos o padres siempre nos solían decir que nos pusiéramos en los zapatos del otro, o también que se nos trataría como tratáramos a los demás. Y no lo creíamos hasta que, como dice la costumbre, nos caía el mal karma. Precisamente eso es lo que le sucede a César.
El protagonista de esta emotiva historia es trasladado de colegio debido al cambio de domicilio. Dejando en su antigua escuela sus amigos y la popularidad entre éstos, César se ve fastidiado por la necesidad de hacer de nueva cuenta amigos; sin embargo, sus planes de sorprender a todos sus compañeros se ven estropeados por su compañero Diego, quien padece una capacidad diferente, lo cual le parece de los más tonto y desagradable a César. Es debido a esto que le va fatal en la escuela y exige volver a su anterior colegio. Llega un día en el que, sin haberlo esperado, regresa a su antiguo instituto, aunque, para su sorpresa, sus expectativas se vuelven a derrumbar: todos sus compañeros lo tratan mal, incluyendo sus mejores amigos, todos con excepción de un niño, de nombre Julio, quien a pesar de que en el pasado la relación no era buena, es el único que le tiende la mano y con quien logra un vínculo especial.
Si bien la trama hace alusión a la premisa de la discriminación y los prejuicios que envuelven a ésta, también nos deja con una percepción distinta hacia la empatía y la verdadera amistad que, como bien había dicho anteriormente, la empatía es un valor que poco se practica, y la amistad, también. En la actualidad, dejamos que nuestros rencores, corajes y vanidades distorsionen nuestra visión sobre los demás sin concederles la oportunidad de conocerlos con mejor detalle, por lo que cargamos con las consecuencias y el sufrimiento que conllevan nuestros propios pensamientos y actos, como el inesperado rechazo o el arrepentimiento, llegando “a formar una coraza alrededor de nuestro corazón” y creando un horrible ciclo sin fin. La comprensión y los vínculos sinceros nos dan la oportunidad de vivir en un entorno más ameno, así como el vivir y disfrutar de la ternura y sensibilidad que nos otorga la piel del corazón.
El libro triste, por Michael Rosen (2004)
De esta corta lista, es este libro, quizás, el que toque temas más sensibles: la tristeza y la depresión, emoción y enfermedad que, a la fecha, son las más difíciles de hablar y, por ende, más fáciles de esconder, tal y como nos lo demuestra el protagonista de esta historia.
El libro es narrado por el personaje principal, el cual nos cuenta desde la primera página sobre su tristeza y cómo él sonríe ante los demás: así es cómo se muestra afligido. A lo largo de las páginas, de manera personal, habla un poco más acerca de esta terrible emoción que lo invade, como la causa de ella (la muerte de su hijo) y qué hace para poder consolarse a sí mismo ante la evasión de platicarlo con alguien más o cómo lograr que desaparezca de una u otra manera.
Esta obra escrita maravillosamente por el autor infantil británico e ilustrada por Quentin Blake nos otorga un vistazo de cómo es vivir con una profunda congoja (depresión) a partir de un suceso que cambia el rumbo de la vida de cada uno, de la impotencia del desahogo por el temor de la opinión ajena, la incertidumbre y la desesperación que esta genera; por el otro lado, nos enseña cómo es que la misma tristeza nos abre las puertas a otros estados de ánimo, pensamientos y detalles que, con anterioridad, no concebíamos o no prestábamos la debida atención, como la vida que nos rodea y los recuerdos que nos acompañan a donde vayamos.
“Pero a veces me sorprendo a mí mismo mirando cosas:
gente en la ventana, una grúa y un tren lleno de gente.
Y entonces me acuerdo de cosas: mi madre bajo la lluvia (…)
Y los cumpleaños… Me encantan los cumpleaños.”