“Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte.”
Amor y caricias, dolor y lágrimas de sangre, suave y perfumada piel sin loción alguna, mirada y sonrisa cautivadoras, todo ello sólo en un ser único y misterioso: la mujer, ese ser vivo que desprende ternura y deseo, pero que una vez que no se tienen, lo que queda es llanto y martirio. Ya lo decía Vicente Fernández en alguna de sus muy conocidas canciones sobre desamor, al estilo Jalisco:
“Pudiéramos morir en las cantinas
Y nunca lograríamos olvidarlas
Mujeres, oh mujeres tan divinas
No queda otro remedio que adorarlas…”
“Mujeres Divinas”. Vicente Fernández.
Infidelidad, muerte, manipulación… Al final, la historia terminará con un corazón roto como el cristal, un vacío abrumador en el interior y con un amargo dulzor en los labios puesto que, después de todo, se amó y se vivió al lado de una de ellas, y eso nadie lo podrá arrebatar ni el tiempo mismo ni la ausencia de ellas. Acaso, ¿no es así?
El afamado autor japonés Haruki Murakami, con su libro “Hombres sin Mujeres” publicado en el año de 2014, trae para nosotros siete historias cortas en donde explora esa sed de cariño y, por otro lado, esa agonía que se padece tras la presencia o la ausencia de una mujer; historias protagonizadas por hombres que vivieron junto a damas que les arrebataron una parte de éstos, o bien, se dieron cuenta que despertaban en ellos algo fascinante que no habían experimentado con anterioridad. Caballeros que se convirtieron sin la menor intención en hombres sin mujeres.
¿Cómo convertirse en un hombre sin mujer? ¿Qué tan grave resulta serlo? ¿En verdad es profundamente doloroso? Qué tal si tú mismo lo descubres a través de las palabras escritas de este artículo traído para ti.
Amor
Es imposible no terminar enamorándose de una mujer: es sinónimo de no necesitar del oxígeno para respirar en esta tierra. No se puede.
Cualquier historia que involucre a una dama, inició como un romance juvenil, una relación seria, un simple encuentro o de la manera más inesperada, a pesar de haber tenido un plan con anterioridad o de haber amarrado esos endemoniados sentimientos dentro de una caja, muy arrinconada en el interior. Comenzó descubriéndose que, a final de cuentas, se había caído en la trampa del amor, un amor intenso y con locura por ella. Todo al principio parecía estar bien… Parecía, y, sin embargo, posiblemente finalizó en una terrible desgracia para uno. No obstante, las razones por las que los recuerdos permanecen son muchas, y es dudable que lleguen a borrarse.
Murakami presenta siete historias distintas, donde los hombres que las protagonizan relatan sus memorias o son narradas por un tercero que conoció de ellos. Cada uno nos habla de la forma en la que llegó a enamorarse de la mujer que tambaleó la tranquilidad de sus días, formas que, entre nos, no nos son novedad, puesto que, debido a ciertas circunstancias, se han escuchado o se han vivido personalmente. Historias que cuentan cómo individuos, sin querer, se enamoraron en su juventud y creyeron que sería eterno; se casaron con el amor de su vida; entre relaciones casuales encontraron a la mujer ideal, o, por coincidencias raras del destino, llegaron a encontrarse con ellas, incluso al modo kafkiano.
Las caricias, los besos, los abrazos, los sentimientos, los secretos, la pasión, el deseo y todo ello tienen nombre y la figura de una mujer, la cual posee todos esos atributos, atributos adictivos y placenteros difíciles de abandonar.
Pérdida
“Sólo los hombres sin mujeres saben cuán doloroso es, cuánto se sufre por ser un hombre sin mujer. Por perder ese espléndido viento del poniente.”
Por una u otra razón, el sentimiento no suele ser correspondido o, dependiendo del caso, no dura por siempre. Ese es el riesgo de amar.
Ser fiel, leal y amar incondicionalmente no es suficiente para detenerlas, para mantenerlas al lado de uno: ellas en algún momento deciden irse, y no sólo por un tiempo, se van para no volver más. Razones, según nuestros protagonistas, hay muchas: una infidelidad, una decepción, la manipulación… La muerte misma. Perder es una acción dolorosa, y la ausencia el terrible resultado. No importa qué tipo de mujer haya sido, cuánto tiempo haya permanecido o porqué hizo lo que hizo, incluso lo que uno mismo hizo: el dolor es el mismo. Ya no necesitan de esta compañía, sino de otra, o al menos van en búsqueda de otra más.
Es cuando llega toda una montaña de emociones y sentires de devastación, rencor y tristeza, dando paso al peor de los escenarios: la soledad.
Soledad
“Al doblar la esquina, te das cuenta de que ya estás allí. Y no puedes dar marcha atrás. Una vez que doblas la esquina, se convierte en tu único mundo. En ese mundo pasan a decir que eres uno de esos “hombres sin mujeres”.
No existe peor infierno para un individuo que la soledad: una habitación que permanece vacía, cerrada, pequeña, sin posibilidad alguna de poder acudir a alguien y que absorbe la vitalidad de uno. Y cuando un caballero ha sido despojado de la compañía de una dama, es la soledad quien ocupa ahora su lugar, sin derecho aparente de rechazarla o alejarla lejos de donde se encuentra: lo invita a entrar a esa habitación y a deambular junto con otros que tuvieron ese mismo destino.
Los protagonistas llegaron a conocerla y, como bien se sabe, cuando la historia es distinta también lo es el final de ésta: algunos comprendieron que lo mejor sería apartarse del amor, otros se quedarán con la incertidumbre del porqué de los sucesos, otros más, lamentablemente, optaron por no existir más, con tal de no soportar el peso de una congoja dentro de ellos, sin remedio alguno para su curación. Sea cual sea el final de cada uno de estos relatos, no se encuentran muy alejados de la realidad, puesto que, a pesar de que se tiene la idea general de que el hombre es un ser en su mayoría machista y que prácticamente las mujeres vienen y van para ellos, lo cierto es que no siempre es así: existen hombres que lo dan todo por un ser divino y, sin llegar a imaginarlo alguna vez, todo ese cuento de hadas termina un día y, por ende, una arteria conectada directamente al corazón es cortada al escuchar la palabra “adiós”.
El autor de este libro, proviniendo de un país que es conocido por someter a la figura femenina, realiza un trabajo que, a pesar de tener los rasgos característicos de lo que comúnmente conocemos de sus obras, nos brinda otra perspectiva con respecto al sentir, el pensar y actuar de los hombres en el aspecto amoroso: con el tema central del corazón roto del ser masculino, nos invita a ser testigos e, incluso, a llegar a ser empáticos con los personajes, mediante la lectura de página tras página de sus travesías o, por el contrario, sus desventuras. Haya quién, quizás, llegue a identificarse en secreto con alguna de ellas, y es válido ya que, en opinión de esta lectora, ese es unos de los puntos a llegar por parte del escritor.